EL AUTOGOL DE LA MUERTE PARA ANDRÉS ESCOBAR HACE 25 AÑOS.
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- 2 jul 2019
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El 2 de julio de 1994, el defensor fue asesinado por el chofer de los hermanos Gallón Henao. La justicia concluyó que se trató de un crimen relacionado con una discusión por el autogol que marcó en el Mundial de ese año. Sin embargo, hasta hoy, las posibles razones de su muerte siguen siendo muchas.
A Andrés Escobar lo mató la mafia. El narcotráfico. Los apostadores que perdieron un dineral en el Mundial de 1994, por su autogol que significó la salida del torneo para la selección de Colombia. La prensa. Los hermanos Gallón Henao. Fue un hecho aislado y circunstancial, dijeron las autoridades ante la conmoción por la muerte del “caballero del fútbol”. O un asesinato completamente ajeno al fútbol, dijo el entonces alcalde de Medellín, Luis Alfredo Ramos. Las hipótesis sobre su muerte, 25 años después del homicidio, siguen siendo varias, pero todas tienen un elemento en común: resaltan la injusticia de su crimen.
Quienes lo conocieron, compañeros de equipo en el Atlético Nacional, en la selección, sus familiares, amigos y periodistas, que siguieron de cerca su evolución como jugador profesional, coinciden en la calidad de sus valores como ser humano, dentro y fuera de la cancha. Era todo lo contrario al arquetipo de futbolista de la época. Solía vestirse de traje y saludaba a cualquier persona que se le acercara, recuerda el periodista Hernán Peláez. Se le notaba la buena educación, de una familia de clase media de Medellín, agrega. Tampoco era un René Higuita, de quien ya se rumoraba su amistad con el capo Pablo Escobar, reseñó un abogado que conoció de cerca el expediente.
Era un referente, resalta el técnico Carlos “Piscis” Restrepo, tanto para sus compañeros como para quienes lo veían como un modelo a seguir. Solo pensaba en entrenar, en estar en la mejor condición física posible y en mejorar en las debilidades que tenía como central, refiere Francisco Maturana, otro de los entrenadores que tuvo en sus alineaciones a Andrés Escobar, incluido el once que llevó a Colombia al Mundial de 1994 en Estados Unidos como uno de los seleccionados favoritos del torneo. Era un ser desinteresado —relata su hermano Santiago Escobar—, que siempre trató a todo el mundo de la misma manera. “Jamás se aprovechó de su condición ni de su fama para sacar ventaja. Era sencillo, humilde”, añade.
Nadie hasta ahora ha contado una historia diferente a la de Escobar como ídolo y buena persona. Quizás porque no existe. Pero también porque, hasta en las jugadas más calientes, en las entradas más duras, en las que se pueden perder los estribos, especialmente en la posición de defensor, el dos de la selección nunca perdió el control. Por el contrario. Periodistas como Peláez y Víctor Rosas recuerdan que en esos momentos del partido, Andrés Escobar se devolvía a pedir disculpas y darle la mano a quien, por el choque mismo del juego, podía quedar en el suelo lastimado. No por nada hoy, cuando han pasado más de dos décadas de sus últimos 90 minutos, sigue siendo recordado como el “caballero del fútbol”.
Ni siquiera cuando el país se le vino encima después de la eliminación del Mundial del 94, el defensa dejó de recibir a los aficionados que le pedían un autógrafo o una foto. Por el contrario, al día siguiente del partido, en el hotel donde se hospedaban los jugadores, Escobar habló con los periodistas y recibió a varios seguidores que continuaron apoyándolo, a pesar del infortunado autogol. Visiblemente afectado por la eliminación, con los ojos rojos y ojeras, que indicaban que no pegó el ojo en toda la noche, bajó a encontrarse con el periodista Rosas para escribir su ya usual columna de opinión en el diario El Tiempo. Y en esas últimas palabras publicadas, Escobar soltó una frase que hoy resulta absurda:
“Hay que tener fe. La vida no termina aquí…”.
A Andrés Escobar lo mató Humberto Muñoz. Él fue quien, en la madrugada del 2 de julio de 1994, apretó seis veces el gatillo de su revólver marca Llama, calibre .38, en el parqueadero de una discoteca en la vía Las Palmas de Medellín. Así quedó probado en la sentencia en contra del perpetrador del crimen, quien resultó ser el chofer de los hermanos Santiago y Pedro Gallón Henao. Muñoz fue condenado a pagar 43 años de cárcel, de los cuales solo cumplió 12. Desde 2005 está libre. Él mismo confesó que era el asesino de Escobar, aunque aclaró que no sabía que se trataba del futbolista. Cambió varias veces su testimonio. Incluso inventó que lo habían secuestrado y que los disparos los hizo para defenderse.
Las circunstancias de los disparos es lo que hasta la fecha no está claro, pues la única versión que ha recopilado la justicia colombiana es que todo fue un caso de matoneo perpetrado por los hermanos Gallón Henao. El fiscal que llevó el caso, Jesús Albeiro Yepes, relató que esa noche “Andrés estaba con Juan Jairo Galeano y dos amigas en la discoteca. Desde la mesa de Pedro y Santiago Gallón, quienes estaban con un grupo de amigos, le empezaron a gritar ‘Autogol, Andrés, autogol’. Lo provocaron una y otra vez. Él pidió respeto y se alejó”. Y agregó: “Andrés estuvo incómodo toda la noche. Cuando salió del lugar, ya en su carro, se dio cuenta de que los que lo molestaron estaban en el parqueadero e ingresó allí”.
Discutió con los dos hermanos y luego el mayor, Santiago, le recriminó sus reparos: “Usted no sabe con quién se está metiendo”, y repitió: “Usted no sabe con quién se está metiendo”. Según les contó a los investigadores, Muñoz escuchó esa frase, se bajó del carro y se acercó al vehículo que iba manejando Escobar. Desenfundó su arma y disparó el revólver en la cabeza. Los tres hombres huyeron del lugar, mientras una de las acompañantes del futbolista cogió el volante y lo llevó de carrera a la clínica Medellín. Llegó sin signos vitales y nada pudieron hacer los médicos para revivir su corazón. Las autoridades no desaprovecharon ni un segundo para comenzar la investigación.
Horas después del asesinato, la Fiscalía ya tenía identificados a los tres hombres que estuvieron en el parqueadero. Los Gallón fueron sentenciados por encubrimiento. En 2010, uno de ellos, Santiago, fue condenado a tres años y tres meses de prisión por apoyar a grupos paramilitares. Años después, Estados Unidos incluyó a Santiago y Pedro Gallón en la Lista Clinton por sus supuestos vínculos con la Oficina de Envigado. Pero en 1994 hicieron lo posible para evitar que los alcanzara la mano de la justicia y salieron a los pocos días de la cárcel. La teoría que manejaron los fiscales del caso es que los hermanos le dieron la instrucción implícitamente a su chofer de que disparara contra el futbolista.
TOMADO : EL ESPECTADOR

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